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METÁFORAS ACT

Metáforas ACT: Escapa de la Rigidez de tu Marco Cognitivo y Accede a Nuevos Significados y Simbolismo

Metáfora del Hombre en el Hoyo

Metáfora del Hombre en el Hoyo

El Hombre en el Hoyo

Un individuo caminaba por un terreno abierto, con los ojos cubiertos por una venda que le impedía por completo la visión, y portando una mochila a la espalda con un pequeño kit de útiles. Se le había asignado la misión de atravesar unas montañas sin poder ver, bajo la premisa de que era una prueba de confianza y orientación. Este hombre desconocía por completo la existencia de los agujeros amplios, irregulares y de gran profundidad que estaban ocultas bajo la maleza en la vasta propiedad.

Con una mezcla de nerviosismo y determinación, comenzó su trayecto a la carrera, sintiendo la tierra desigual bajo sus pies. Tras solo unos instantes, la tierra cedió de forma abrupta y, de repente, precipitó en caída libre en una de esas grandes excavaciones. El impacto fue violento, dejándolo momentáneamente aturdido y cubierto de tierra.

Recuperándose del sobresalto, empezó a tantear los muros de la fosa, que eran de arcilla húmeda y resbaladiza. La pared era lisa y vertical, confirmando con desaliento que no tenía manera de impulsarse para salir con un simple salto. Levantó la vista, aunque sus ojos seguían vendados, y la falta de luz y de ruido exterior le hicieron sentir la profundidad y el aislamiento. No hallaba otra vía de evasión evidente.

La desesperación comenzó a manifestarse, pero recordó el equipo que llevaba. Revisó el kit de herramientas que le habían proporcionado al inicio de la prueba, buscando cualquier objeto que pudiera utilizar para liberarse de la fosa. Sacó lo que contenía y, al tocarlo, identificó una pala de jardinería. Era su único recurso viable.

Sin pensarlo dos veces, y convencido de que la única solución era crear un punto de apoyo o una rampa, empezó a utilizarla con empeño y gran energía. Sus movimientos eran frenéticos; intentaba socavar la base para que los muros se vinieran abajo y crearan una pendiente. Sin embargo, muy pronto notó que no lograba ascender ni reducir la altura del muro. Al contrario, la tierra que extraía solo se acumulaba a sus pies.

La frustración lo invadió, pero redobló su esfuerzo. Intentó excavar con mayor y mayor celeridad, moviendo la pala como un autómata. Probó con grandes movimientos que lanzaban la tierra con fuerza hacia arriba, esperando que se depositara fuera, y luego con pequeños y meticulosos golpes, arrojando el material cerca de los muros con la intención de crear una pila. El resultado era siempre el mismo: seguía atrapado.

El aire se enrarecía con el sudor y el polvo. Todo ese esfuerzo y labor extenuante no solo eran inútiles, sino que tenían un efecto contraproducente: la fosa se hacía progresivamente más y más profunda bajo sus pies a medida que apilaba la tierra extraída. El fondo del agujero se hundía con cada paletada.

Fue entonces cuando la lógica se impuso sobre el pánico. El individuo se detuvo, con el aliento agitado, y comprendió el terrible error. Profundizar no era el camino, ni la manera de abandonar la excavación; al contrario, al cavar, la fosa se volvía más considerable y él se enterraba a sí mismo.

Una sensación de absoluto desamparo lo invadió. Comenzó a reflexionar que quizás el concepto entero que estaba siguiendo —usar la única herramienta para excavar— era erróneo de raíz y que no tenía alternativa viable, puesto que, al cavar, en lugar de hallar una salida, lo único que hacía era descender más y más hacia una trampa autoimpuesta.

Se preguntó si la verdadera prueba era detenerse.

Metáfora del Jardín de tu Vida

Metáfora del Jardín

La Analogía de la Vida como un Jardín

Cada persona asume la responsabilidad del mantenimiento y florecimiento de sus vegetales. Imaginemos por un instante que estas especies botánicas representan las aspiraciones, los logros y los ámbitos significativos que usted atesora en su existencia. Si esto es así: ¿Cuáles son las plantas que componen tu huerto personal? ¿Desde la perspectiva del horticultor, cómo percibes el estado de tu flora?

¿Exhiben espléndidas floraciones, despiden un aroma agradable, o se muestran densas y vigorosas? ¿Estás dedicando tu atención y esmero a las especies que consideras más preciadas, de la forma y con el cuidado que verdaderamente deseas impartirles?

Naturalmente, sabemos que los resultados no siempre son inmediatos. Los brotes no siempre aparecen en el sitio exacto o en el momento deseado. En ocasiones, las plantas se debilitan y se marchitan incluso a pesar de nuestros mejores esfuerzos. La interrogante fundamental radica en cómo evalúas la gestión de ese cuidado: ¿Qué obstáculos o interferencias se presentan en tu camino al interactuar con ellas, al ejecutar tu labor de jardinería?

El Dilema de la Maleza

Existe la posibilidad de que usted esté invirtiendo una cantidad desproporcionada de energía en una única especie de su huerto. Como bien sabes, en cualquier espacio cultivado emergen intrusas, lo que comúnmente llamamos maleza. Visualiza al jardinero que las erradica en cuanto las detecta, solo para ver cómo las malas hierbas reaparecen cíclicamente. El custodio se esfuerza incansablemente en cortarlas de nuevo.

¿Se asemeja esta a su vivencia con tu desafío actual? Surge el elemento perturbador (ya sea ansiedad, desánimo, obsesiones recurrentes o recuerdos penosos) y, en lugar de continuar el mantenimiento del huerto, abandonas el resto de las tareas para enfocarte exclusivamente en esa molestia.

No obstante, la maleza posee, a veces, un valor indirecto: pueden despejar terreno para que otras especies prosperen o airear el suelo. Quizás ese vegetal incómodo tiene un propósito inesperado en el ecosistema de su jardín. Del mismo modo, ciertas plantas valiosas tienen aspectos que no son de nuestro agrado, pero son esenciales; piense en el rosal, que necesita de sus espinas para poder ofrendar sus rosas.


Reflexión y Compromiso

¿Qué ideas o revelaciones te suscita esta analogía?

¿Logras identificar plenamente sus especies y las zonas de su huerto donde aún no ha depositado simientes? Algunas se mostrarán mustias o lánguidas, mientras que otras estarán lozanamente frondosas.

Descríbeme el estado de tus plantas y si el régimen de cuidado que les aplicas se alinea con tus verdaderos valores. Indícame si te siente en paz con la dedicación que les ofreces, si ese cuidado honra aquello que es importante en su vida.

Es crucial que ambos reconozcamos que mi función nunca será la de sembrar en tu huerto, ni indicarte qué semillas elegir o cómo alcanzarán su óptimo crecimiento. Yo jamás podré ocuparme del cuidado directo de sus plantas. Solo tu posees esa potestad.

Y ahora te pregunto: ¿Sería capaz de desviar su foco de atención, por un breve momento, de la especie que le causa aflicción —la que ha motivado su presencia aquí—? ¿Estarías dispuesto/a, incluso con la persistencia de pensamientos sobre esa planta indeseada, a hablar del resto de las especies, de su condición, e incluso a actuar en favor de su cuidado, aun cuando sienta desgana o falta de motivación?

Dime, ¿qué barreras se interponen entre tus valores y objetivos, y el cuidado de su huerto? ¿Qué factor te inhibe de atenderlas en este preciso instante?

Psicólogo Sanitario y de Terapias de Tercera Generación
José María Ramiro Martín (Chema)
 
Psicólogo en Consulta Privada en Santa Ponsa (Calvia), Mallorca.
Psicólogo en Consulta Online.

Sobre mí

Llevo más de una década acompañando a personas en su camino hacia el bienestar. Durante todo este tiempo he podido observar que los pequeños cambios son los que cambian vidas enteras.

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